Un largo viaje
En la madrugada del viernes 6 de Abril comenzó todo. Serían alrededor de las doce de la madrugada cuando, ya con todo el equipaje cuidadosamente colocado en el maletero de un viejo Skoda, arrancaba esta aventura. Pero en realidad todo esto empezó varios meses antes. Una mañana de Diciembre, cuando la tutora del Ciclo de GIAT anunciaba los seleccionados que disfrutarían de la beca Erasmus+ en la primavera de 2018. Por suerte yo era uno de los seleccionados y mi destino estaba claro, Estonia.
Tras varios meses de preparación física y mental el pasado día 6 por fin me ponía en camino. El viaje a Haapsalu no sería cómodo ni rápido, tenia por delante aproximadamente veinte horas de trayecto dividido en cinco etapas. La primera de ella era mi llegada al aeropuerto internacional Madrid-Barajas. Mi vuelo saldría a las seis de la mañana y me acompañarían hasta la Terminal 3 mi familia. Si es duro irse de tu ciudad y dejar a tu familia atrás, también es duro ver marchar a un ser querido con destino a lo desconocido.
A lo largo de tres horas recorrimos la distancia que separa mi querida ciudad de origen con la capital. Parando en alguna estación de servicio para descansar y reponer fuerzas. Por fin llegamos, estaba en la T3, con la tarjeta de embarque y esa cara que solo puede tener un cacereño al llegar a un aeropuerto tan concurrido. Por fin encontré la información relativa a mi viaje y me dispuse a facturar mi equipaje y embarcar. No sin antes despedirme por enésima vez de la familia y sabiendo que durante 2 meses y medio estaría sin verlos.
El viaje en avión me llevaría a Ámsterdam, donde tendría que hacer trasbordo para llegar a Estonia. Durante el viaje todo fue sobre ruedas, o mejor dicho, sobre nubes. Ninguna complicación, cero turbulencias y además con la deferencia por parte de la compañía aérea de entregarnos algo para comer y beber. Dos horas y media después aterrizaba en Ámsterdam. Era mi primera visita a la capital holandesa, pero sería realmente corta. Puesto que tan solo estaría tres horas esperando a que despegase el avión, que ahora sí me llevaría a Estonia, en concreto a Tallin, su capital. El aeropuerto holandés es realmente grande y empiezas a notar que a tu alrededor suenan cada vez mas idiomas y a cada cual mas extraño. Por suerte el inglés sirve como llave para abrir casi cualquier puerta y pude, con la inestimable ayuda de los trabajadores del aeropuerto, encontrar mi puerta de embarque.
Aeropuerto de Amsterdam
Aeropuerto de Tallín
Exteriores del aeropuerto de Tallín
Vista de Uuemöisa
Lo gracioso es que ahora es cuando empieza la verdadera aventura.
Seguiremos informando
Jesús Gibello Osuna
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